Al cole

Hoy decidimos ir a ver el colegio porque nuestro pobre hijo ha preguntado varias veces desde que llegamos y el día amaneció muy soleado, perfecto para caminar y caminar.

Salimos más tarde que otros días porque estuvimos de cháchara con mi hermano con esa maravilla que es el Skype, ya que es su cumpleaños hoy. Luego cogimos el ferry a la Centraal y de ahí a buen pasito bajamos atravesando la ciudad hasta la zona de De Pijp.

Esto implica recorrer la Kalverstraat, la calle comercial peatonal más conocida. A mí no me gusta nada porque es exactamente igual que todas las calles comerciales del mundo, todo las mismas tiendas Zara-Mango-Nikes y demás, e intercaladas, las de souvenirs horrendos y camisetas chorras. Inevitablemente te cruzas con algún grupito de chavales de turismo fumándose un porro tamaño trompeta y creyéndose el rey del mambo por ello, y hordas de estudiantes. Eso sí, un poco más abajo del Dam, la plaza principal, hay un rincón precioso que tiene varios sitios que no hay que perderse: el Beguinato, el museo de la ciudad, la librería Waterstone's y la Librería Americana. Estas dos librerías abren a diario, cierran tarde y siempre hay ofertas. La American Bookshop es además una de las librerías más bonitas que conozco, con una especie de árbol-estantería a lo largo de una escalera. En este caso no entramos (ya tenemos bastante con las 42 cajas de libros que dejamos allá) pero tarde o temprano acabaremos cayendo en la tentación y comprando algo en una de las dos.

También en esa zona hay un mercadillo de libros de segunda mano y grabados antiguos (hoy estaba) y una tienda especializada en sellos, tinta, plumillas y cosas así, que me encanta. Entré a preguntar si pueden hacer sellos de goma por encargo, ya que necesito encontrar un proveedor aquí para continuar con mi negociete online. La buena noticia es que sí que hacen los sellos. La mala es que me cuestan el doble que allí así que o me busco a otros o tengo que subir mis precios o no me valdrá la pena.

Un poco más abajo fuimos por el mercado de flores, pasamos por la Leidseplein, y de ahí hacia el Vondelpark para atravesarlo en dirección al cole.

Por el camino nos echamos el típico aperitivo-fast-food holandés: una kroket. No hace falta ser experto en lenguas para entender lo que es, se trata de una croqueta tal cual, solo que aquí te las ponen en plan individual porque son más largas. En muchos sitios las ves en máquinas dispensadoras automáticas, son ventanitas individuales con una croqueta en su platito en cada una, echas el importe (entre 1 y 2 euros) y la recoges. También tienen bocadillos, hamburguesas y un invento que se llama kroket broodje, que debería significar sobredosis de hidratos pero en realidad es bocadillo de croqueta, una croqueta metida en un bollo de pan blanco. Las croquetas son de varios tipos, las hay corrientes con carne, en plan exótico con especias, etc. A nosotros nos gustan, aunque por ahí siempre lees críticas de guiris (no españoles) poniéndolas como algo incomible, pero la verdad es que están bastante decentes y son baratas como aperitivo matahambre.

Pasamos por el Vondelpark y llegamos callejeando al colegio. El barrio donde está es una monada y el cole en sí está muy bien. Por suerte está de obras, algo que parece una tradición de estos centros porque el de Tenerife lo ponían patas arriba cada verano. Pudimos colarnos a cotillear y es precioso, muy colorido y pulcro, y tiene un patio pequeño pero con columpios y jardincitos. Valió la pena ir porque el niño se quedó mucho más tranquilo, se ve que era un tema que le preocupaba, como es lógico. Luego, unos obreros que estaban desmantelando cosas nos dijeron que mejor saliéramos ya porque iban a empezar a tirar trozos de yeso desde lo alto, así que nos fuimos a coger el tranvía hasta la estación y el ferry.

En el tranvía nos pusimos a hablar con un holandés de tamaño medio (1,90 m) que iba con sus hijos y entabló conversación. Aprovechamos para acribillarle a preguntas y nos contó que la bici de su hijo pequeño era de Decathlon (y cómo llegar), que si quiero una impresora hay una calle entera de tiendas de informática (porque por la ciudad no ves ni una) o podemos ir a un Mediamarkt (que hay frente al Decathlon) y que el tranvía tarda más de lo normal estos días porque están de obras. El año pasado ya estaban dichas obras, pero se han complicado más de lo previsto. Unas casas monísimas que vimos el año pasado ahora están medio derruidas porque al hacer las obras del metro se encontraron con una corriente subterránea sorpresa que casi las tira abajo. Luego nos preguntó si el sábado estamos por aquí, porque es el Gay Parade de Ámsterdam, que llena la ciudad con un millón de personas. Hasta aquí la conversación había sido de lo más convencional pero una vez se tocó el tema de la Gay Parade el hombre se emocionó y nos dijo muy orgulloso que su mujer participa y que la reconoceremos porque no tiene pérdida ya que ostenta el récord de longitud de pelo en Holanda, e irá bailando delante de una carroza-barco con el pelo sujeto en trenzas y nudos llegándole hasta el suelo. Tras esta última perla informativa llegamos a la estación. Habrá que fijarse si el sábado logramos atravesar la muchedumbre y ver a la señora y su pelo.

Con estos nuevos datos cogimos el ferry hasta casa. Nos equivocamos, era otro ferry que nos dejaba un poco más al oeste, así que caminamos como cinco minutos más pero atravesando una esclusa y un pantalán pequeño, y a casa a comer. Por la tarde toca búsqueda de bicis y sus complementos por internet, envío de CVs por internet, papeleos varios y cosas domésticas aburridas, así que poco más por hoy. Leo con pasmo que ahora algunos colegios españoles se plantean cobrar a los niños que lleven la comida en un tupper en vez de pagar comedor, y me convenzo un poco más de que haya lo que haya en los próximos meses, hemos hecho bien en intentarlo aquí.