jueves, 23 de agosto de 2012

¿A la de tres?

Menudo día tuvimos ayer. Habíamos logrado concertar dos visitas por la tarde, que con una llamada a una inmobiliaria por la mañana se convirtieron en tres, una a las 15:00, otra a las 17:00 y la última a las 18:45, por suerte todas en la misma zona de la ciudad. Por la mañana no teníamos ninguna que ver y aprovechamos para hacer cosas en casa y salir a hacer la compra. Tras la comida y con una hora de margen para llegar con tiempo, nos dirigimos a la primera casa del día, sin mucha esperanza porque ya uno no sabe a qué atenerse.

1º: Casa Zapatos de gamuza azul

Esta primera casa la encontré en la web de una de las inmobiliarias recomendadas por el Consulado. Cuando la colgaron en la página cogí el móvil y llamé directamente, algo que ya he aprendido por las malas que es mejor que usar los correos. En el caso de esta agencia, además, ellos mismos lo ponen en su web (algo así como "tendrán prioridad las llamadas telefónicas sobre los correos electrónicos"). Se trataba de una casa razonablemente barata, una superficie de unos 75 m2 y en una zona fantástica, a unos diez minutos a pie del colegio; lo malo es que no había ninguna foto para acompañar la descripción e íbamos a ciegas. Llegamos a la calle en cuestión y nos encantó: zona residencial pero con supermercados y tiendas a la vuelta de la esquina. El edificio, una pinta estupenda, antiguo pero bien hecho y bien conservado. Placita con columpios y césped justo enfrente, silencio total, calle impoluta. Cuando llamé al que nos la iba a enseñar resultó que ya estaba en la casa y bajó a abrirnos; el piso era el primero (bien, porque no hay ascensor) y el agente era un chico larguirucho con un peinado afro rubio y unos alucinantes zapatos de gamuza azul (eléctrico).

La única foto del piso

El piso nos encantó. Es pequeño pero tiene todo bien distribuido, una cocina en condiciones y limpia, los muebles justos y hasta una terracita sobre los jardines traseros de los vecinos de las plantas bajas. En menos de cinco minutos de visita decidimos que firmábamos la hoja de solicitud. Esto es un formulario en el que cuentas quién eres, si fumas o no, si tienes niños o mascotas, cuánto ganas, para quién trabajas y cuál es tu número de calzado y la agencia se la presenta al casero a ver si le gustas. Realmente no te compromete al cien por cien pero es el paso previo a firmar el contrato. Como ya hemos aprendido que aquí el que no corre vuela, firmamos, le sonreímos al agente y nos fuimos tratando de que no se nos notase la ansiedad. El chico quedó en llamarnos por la tarde o al día siguiente. Hay que decir que cuando llegamos salían cuatro chicas, obviamente estudiantes, que venían de verlo también; y cuando salimos nosotros llegaba otro par de chicas a ver el piso. Comentamos que con suerte el casero prefiere una familia con trabajo a un grupo de estudiantes y retomamos las bicis en dirección a la siguiente casa.

2º: Casa Inglés futbolero

La segunda casa estaba un poco más al sur, más cerca de la oficina pero más alejada del colegio, aunque no mucho (nos cronometramos y son 10-15 minutos en bicicleta, quizá media hora a pie). Llegamos casi media hora antes así que echamos un vistazo al barrio. Es una zona más nueva, sin tanto encanto, pero con un parque enorme justo enfrente y los supermercados y tiendas no muy lejos. Curiosamente un par de manzanas más abajo hay como cinco restaurantes coreanos uno al lado del otro. Volvimos al portal y aunque quedaban aún quince minutos, el agente llegó antes de la hora también y subimos a verlo. En este caso se trataba de un inglés (ya el nombre lo delataba porque parece salido de una novela de las de Jeeves), muy simpático y que resultó que había trabajado para la empresa de la competencia de la mía hasta hace poco, y los fines de semana entrena clubes de fútbol infantiles, en los que hay varios alumnos del cole de Javi. Como buen inglés, lleva seis años aquí y no habla ni torta de holandés ni quiere saber nada de los arenques.

El piso es enorme, más de 90 m2. Por desgracia están bastante mal distribuidos, con una cocina diminuta, un baño extrañísimo, armarios jurásicos y un suelo en la entrada de linóleo burdeos (¿¿¿???). Lo bueno es que tiene un salón como para poner una pista de baile; es un 8º piso con unas vistas increíbles sobre el bosque y los parques, y las ventanas son modernas y muy aislantes, algo siempre positivo cuando llega el frío. Nos gustó bastante en general, pero el precio es más alto que el de los demás pisos del día, y encima el dueño pide dos meses de fianza con lo que el primer mes tienes que aflojar cuatro veces el precio del alquiler. Aún así el agente nos dijo que eso se podía negociar y que quizá el dueño podría incluir los gastos de agua, luz y gas en el precio total, así que quedamos en que le avisaríamos para una posible contraoferta (algo inaudito aquí) y nos despedimos.


La siguiente casa estaba a menos de ochocientos metros de esta última así que en el rato que nos quedaba echamos un vistazo a un centro comercial que nos había dicho el inglés que estaba muy bien, y pasamos por el parque de enfrente, que le encantó a Javi. Es un parque diferente a los que habíamos visto hasta ahora porque tiene colinas por todas partes, algo raro aquí, y hay varios estanques con atracciones de madera y metal diseñadas para que los niños se jueguen la vida y los perros holandeses sean los más felices del mundo mundial.

Parque con estanque frente a la casa 2. Los palos de madera son, 
por supuesto, para que los niños se suban y salten 
de uno a otro provocando infartos a sus padres o abuelos.

Durante la espera, me llegó un correo sorprendente: la chica del primer piso de todos, el que nos había encantado pero que no pudimos alquilar porque el casero eligió a otra gente, nos decía que si estábamos aún interesados porque el primer candidato se había rajado y si queríamos podía volver a proponernos (ojo, no alquilárnoslo, sino volver a proponer nuestra candidatura, como si fuésemos Madrid para los Juegos Olímpicos). No nos lo podíamos creer, anteayer estábamos pelados y ayer teníamos opción a cuatro pisos distintos.

3º: El marido de la doctora

El siguiente piso era de un particular, que había tratado de venderlo pero al no lograrlo optó por el alquiler. Se trataba de un hombre relativamente joven, muy simpático, cuya mujer es médico y por tanto había aislado las ventanas de la casa contra luz y sonidos. La casa es antigua pero le han hecho varias reformas y tiene una cocina monísima, dos dormitorios bastante grandes, una terraza estupenda (es un tercer piso) y encima, ascensor (¡¡¡ ascensor !!!) con rampa de entrada, garaje para las bicis y un precio razonable. La única pega es que no había ni un mueble, una cosa que nos pilló de sorpresa porque en las fotos se veía amueblado y además con bastante gusto. Ni siquiera tenía lavadora; pero bueno, a cambio es más barato que los otros y al no haber agencia por medio se compensa el gasto.

Así, pero sin los muebles.

Hablando con el chico, nos comentó que además los gastos de agua, luz y gas eran bajos y respecto a los muebles, que los había quitado cuando pensó en vender pero que si queríamos podía recuperar unos cuantos. Me hizo gracia porque cuando nos sacó el formulario que le había dado una asesoría para el tema del alquiler, le daba vergüenza preguntarnos por nuestros sueldos y ahorros, lo cual le honra porque ya estamos un poco quemados de que tras el "buenos días" la siguiente pregunta en las inmobiliarias sea cuál es tu sueldo anual bruto. Será porque soy española pero a mí me sigue irritando y me da bastante pudor hablar de ese tema con gente a la que acabas de conocer, la verdad. Se agradece topar con alguien que te lo pregunta sabiendo que aunque toca, es una pregunta de muy mal gusto.

Firmamos la solicitud de interés y nos fuimos, mirando de reojo y con horror a la otra pareja que entraba, unos holandeses con dos niños de edades similares a los nuestros. Si ambos tienen trabajo estamos perdidos, pensamos. Por otra parte, el dueño nos había dicho que pensaban seguir vendiéndolo y que nos avisaba de que si lo vendía, nos avisaría con tres meses de antelación para darnos tiempo a buscar otra cosa; la ley holandesa les obliga a este aviso, mientras que al inquilino le basta un mes de adelanto para cancelar el contrato de alquiler.

Recapitulación

Salimos de la tercera casa hechos un lío. Aparentemente, tenemos cuatro opciones; en realidad, aún no hay ninguna concreta porque en todas lo único que hemos hecho es decir que por nuestra parte sí que estamos interesados. Recapitulando, nuestras preferencias serían:
  1. La casa del primer día. Buena, bonita y barata; única pega, cuarto de los niños pequeño.
  2. La casa Zapatos de gamuza azul: buena, bonita y barata; única pega, un poco pequeña.
  3. La casa vacía del marido de la doctora: buena, bonita y barata; única pega, está pelada.
  4. La casa del inglés: buena y bonita (parcialmente); pega: es la más cara de las cuatro.
Se supone que hoy nos debería contestar alguno de ellos, y en este caso el primero que conteste será seguramente el que aceptemos porque realmente queremos zanjar esto ya y tras ver cosas como el Piso Pierce Brosnan o el Piso Quinto Diemen las cuatro opciones nos parecen maravillosas: cerca del colegio, no lejos de la oficina, en barrios bonitos con parques y tiendas y buena comunicación de transporte público. Así que quizá hoy tengamos ya algo en firme.

Hoy a cambio no tenemos ninguna visita (mañana sí), así que seguramente nos iremos a ver algún museo, por ejemplo el Eye. Es el flamante museo de cinematografía, recién inaugurado y cuya arquitecta es Zaha Hadid. Lo vemos todos los días desde el ferry y sólo por el edificio ya merece la pena darse un salto. Es una mezcla entre yate de lujo y nave espacial, y en estas semanas expone sobre la obra de Kubrick; cada día vemos a Malcolm McDowell mirándonos desde el póster de la torre junto al museo. Trataremos de no pensar en pisos y pasar una "jornada de reflexión (ajena)" traquila.

El Eye es lo de la izquierda. En medio, Malcolm.

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